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Para el 2020 espera convertirse en la primera ciudad del mundo sin residuos.

Treinta y cuatro. Ese es el número de categorías en las que el pequeño pueblo de Kamikatsu, ubicado a 370 kilómetros al suroeste de Tokio, separa la basura que produce para su posterior reciclaje y eliminación. El objetivo de esta pequeña villa agrícola es convertirse en una ciudad Zero Waste (Cero Residuos ), la primera en todo el mundo, para el año 2020.

Tan mal no le va, porque desde setiembre del 2003, cuando inició este loable empeño, y gracias a una estricta organización y a la desarrollada conciencia cívica y ecológica de sus habitantes, el pueblito arrocero ha logrado reducir y reutilizar sus desperdicios en un 90%.

Conocido por sus aguas termales y sus frondosos bosques, Kamikatsu, una localidad de 2.000 habitantes y 800 familias, recibe anualmente más de 40.000 visitantes, todos ellos de diversas partes del mundo e interesados en estudiar el sistema de reciclaje que ha impuesto, y que comenzó cuando el incinerador de la localidad no pudo cumplir con los niveles mínimos de eliminación de dioxinas. Ese fue el punto de quiebre para que el alcalde de aquel entonces decidiera no quemar la basura sino dejar de producirla.

RUTINA ECOLÓGICA
Todos los días, entre las 7 y 30 de la mañana y las 2 de la tarde, los pobladores de Kamikatsu acuden al Centro de Reciclaje para dejar su basura. Quienes no pueden hacerlo, ya sea por su avanzada edad o por enfermedad, reciben la visita de un grupo de voluntarios que se encarga del tema, porque en el pueblo no existen camiones recolectores de basura.

Además, los pobladores de la villa deben seguir reglas estrictas a la hora de eliminar sus residuos, como convertir el aceite de cocina y los desperdicios orgánicos en abono para sus huertos, gracias a pequeños recicladores domésticos cuya compra (US$30) subvencionó el gobierno local.

Las botellas de plástico deben separarse por su contenido: agua, aceite, té verde y otras; los periódicos y revistas deben apilarse en paquetes de un determinado peso y amarrarse con cuerdas fabricadas con cartones reciclados; las botellas de vidrio son separadas según su color y no antes de quitarles tapas y etiquetas; los palillos y productos de madera se convierten en pulpa y papel; y todo aquello que se encuentre en buenas condiciones, sea ropa, artefactos, muebles, adornos u objetos en general, es destinado a una tienda bautizada como Kurukuru-shop.

Eso sí, antes de ser eliminados, los objetos que lo necesiten deben ser enjuagados, lavados, secados o limpiados.

El principal problema que tiene el pueblo y que le impide alcanzar el 100% de eficiencia en la reducción de residuos es eliminar objetos como zapatos, colchonetas y alfombras que deben incinerarse, mientras que el vidrio, la cerámica y las bombillas todavía son enterradas en vertederos.

Como cualquier otro proyecto, este también tiene detractores entre los ciudadanos del propio pueblo. La queja principal, aunque esgrimida por pocos, es que la mayoría de objetos que se van a eliminar deben lavarse antes de ir a parar al basurero. A pesar de las quejas, hasta los detractores colaboran en el ecológico empeño haciendo su parte. Lejos de ser visto como un punto débil de la iniciativa, para muchos este es justamente uno de sus pilares: el sentido de colaboración y la conciencia cívica y ecológica de los ciudadanos de Kamikatsu que priman sobre los intereses personales.

LA ACADEMIA
Si bien la ciudad decidió esforzarse para no producir basura en el 2003, no fue hasta el 2005 cuando se creó la NPO (organización sin fines de lucro) Academia Cero Residuos, que en coordinación con el gobierno local se encarga de administrar el proyecto y de promocionar sus avances para animar a que otras villas, pueblos y ciudades sigan su exitoso ejemplo.

De acuerdo con cifras oficiales, en el 2003 Kamikatsu incineraba 62 toneladas de basura, enterraba cuatro, reciclaba 271 y autoeliminaba 198 toneladas (residuos orgánicos convertidos en abono), lo cual daba una producción anual de 268 kilogramos de basura por habitante. En la actualidad esa cantidad no alcanza los 27 kilos per cápita, un reciclaje del 90% que contrasta marcadamente con el promedio nacional: 20%

El crédito en la drástica reducción es básicamente de la Academia, que se abocó a la tarea de instruir desde los niños hasta los ancianos mediante el método de los incentivos: quienes completaban el curso de capacitación recibían billetes de lotería y bonos para la compra de alimentos. A pesar de ello, el centro de reciclaje cuenta con un encargado que se dedica a orientar y vigilar que los ciudadanos separen adecuadamente los residuos.

Para ser consecuentes con su política Cero Residuos, Kamikatsu ha rechazado las subvenciones del Gobierno Central para levantar dos nuevas plantas incineradoras. Pero lo que sí han pedido es que la política Cero Residuos se convierta en una ley que otras ciudades deben aplicar en un límite de tiempo determinado; leyes que obliguen a las empresas a producir objetos reciclables y reutilizables; y la creación de un espacio donde los gobiernos locales de todo el país puedan intercambiar información, ayuda y experiencias para el logro de un solo objetivo: ciudades Cero Residuos.

SIEMPRE REUTILIZABLES
El Japón es un país donde el concepto “segunda mano” no es común. El alto poder adquisitivo de los ciudadanos y el márketing han impuesto un modelo de consumo que conmina al cliente a botar lo que ha pasado de moda. Estas necesidades, que no son otra cosa que un consumismo feroz, son respaldadas por una realidad inobjetable: el espacio reducido de las viviendas, que hace difícil almacenar lo que ya no se usa o necesita. Kamikatsu encontró la salida a esta realidad creando el Kurukuru-shop y la Kurukuru-factory. Del Kurukuru-shop los ciudadanos puede llevarse lo que deseen gratis, así como traer cosas que consideren útiles para otros. La Kurukuru-factory es un espacio donde las mujeres mayores del pueblo reparan cosas usadas que se venden a precios módicos.